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RUTA AL MONASTERIO DEL RISCO
En esta salida nos dimos cita en el amblesino pueblo de Amavida, donde Jesús, antiguo alcalde de esta localidad, nos guió hasta el abandonado pero majestuoso monasterio del Risco.
Empezamos la ruta de una manera inusual. Jesús, además de guiarnos, nos transportó. Ni corto ni perezoso, fue a por su tractor, enganchó el remolque y allá que subimos todos, excepto cuatro esforzados compañeros que prefirieron castigar sus cuerpos con la larga subida, y nos llevó hasta más allá de la mitad del camino.
Jesús, hombre locuaz y franco, iba revelándonos los secretos del camino, y también los de su propia vida, que rivalizaban en interés con los primeros.
Una vez apeados de tan inusual medio de locomoción, iniciamos una corta pero dura ascensión hasta el monasterio. Durante la misma pudimos contemplar robles centenarios, uno de los cuales necesitó de cinco de nosotros para poder ser abarcado.
Además de la flora local, también tuvimos la suerte de observar parte de la fauna. Vimos correr corzos, volar buitres leonados y atisbar un jabalí al que estaban dando caza.
Alcanzado nuestro destino, se nos presentó el monasterio en todo su esplendor. Abandonado desde la desamortización de Mendizábal, allá por los inicios del segundo tercio del siglo XIX, se trata de un convento agustino fundado por Don Francisco de la Parra en 1504 y que fue parcialmente restaurado en 1776. Actualmente quedan en pie la torre de la iglesia y parte de algún arco del ábside.
Siguiendo parte de nuestras costumbres, nos adentramos en una cueva cercana a la iglesia de donde parece ser que sacaron a la virgen de las Angustias, a cuya advocación se dedicó el convento.
Con un día claro, y ya retirada la pertinaz niebla, desde el Monasterio se divisaba todo el valle de Amblés e incluso nuestra vista podía llegar hasta la misma sierra de Guadarrama, de la que distinguimos el alto de Guarramillas (Bola del Mundo) y la inconfundible cuerda de la Mujer Muerta.
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